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Reportaje inédito a Oscar Terán
“Utopías, catástrofes y esperanzas.” Entrevista radial a Oscar Terán.
2009-08-16 | El Descubrimiento
Programa El Descubrimiento N° 10 (fecha 04/06/06)
Entrevista a Oscar Terán
“Utopías, catástrofes y esperanzas”
Jorge Dubatti: Quiero decirles que estuvimos leyendo esta semana un libro sumamente interesante de Oscar Terán que se llama “De utopías, catástrofes y esperanzas: Un camino intelectual”. Se trata de una reunión de notas, artículos, entrevistas que Terán fue publicando en los últimos veinte años. A Oscar Terán lo conocemos por su trayectoria en el campo de la historia de la filosofía y en el campo de la historia de las ideas, a cargo de la cátedra durante muchos años de “Pensamiento argentino y latinoamericano” en la Universidad de Buenos Aires. Lo conocemos también por sus libros, especialmente los estudios sobre Alberdi, sobre José Ingenieros. Debemos mencionar la singularidad que tiene este libro que presentamos hoy que reúne una enorme cantidad de trabajos que proponen análisis, discusiones, polémicas en torno de tensiones históricas, tensiones políticas, intelectuales e incluso académicas, un recuerdo de lo que es la Universidad de Buenos Aires pero también el testimonio de una vida, que va de los orígenes intelectuales, a la práctica política, el exilio, la memoria. El libro representa una tensión entre memoria y autobiografía. Es muy linda la foto que aparece en la tapa. Una foto de un Oscar Terán muy jovencito. Según indica la edición se trata de un retrato de Terán en Carlos Casares, la Provincia de Buenos Aires, la ciudad donde nació, es una foto del año 1956. Si yo no me equivoco pasaron cincuenta años de vida desde esa fotografía hasta el día de hoy del año 2006. Estamos en comunicación con Oscar Terán para hablar de este libro realmente fascinante. Oscar Terán ¿estás allí?
Oscar Terán: Sí, acá estoy.
J.D.: ¿Qué tal Oscar? ¿Cómo estás? ¿Bien?
O.T.: Bien, muy bien ¿y ustedes?
J.D.: Muy bien. Oscar. Este es un libro que surge de la reunión de textos diversos ¿no es cierto? Incluso textos que hasta te pertenecen pero intermediados por las personas que te entrevistaron ¿no es así?
O.T.: Sin duda, sin duda...
J.D.: Y en ese sentido es un libro extraño...
O.T.: Es extraño. Sí, coincido.
J.D.: Y a la vez tiene una enorme diversidad, una enorme concentración en algunos temas específicos y tiene esta cosa de la unidad de viaje. Vos de hecho rescatás un hermoso poema del poeta griego Kavafis sobre el regreso a Ítaca. Creo que el poema, si yo no recuerdo mal, se llama Ítaca, justamente.
O.T.: Si, Ítaca.
J.D.: Dice el poema: “Aunque pobre la encuentres no hubo engaño. / Rico en saber y en vida, como has vuelto, / comprenderás ahora lo que significan las Ítacas.” Te pregunto: ¿Este libro tiene el lugar de una memoria personal? ¿Tiene el lugar de una suerte de invitación a recuperar el tiempo pasado y cómo interviniste en esas tensiones políticas, culturales, históricas, académicas?
O.T.: Mirá, no es una pose lo que voy a decir, pero es un libro extraño también para mí porque no había pensado nunca en editar estos trabajos en forma de libro, pero a partir de la relación con Carlos Díaz, el editor de Siglo XXI, fue apareciendo esta idea a la que yo me resistí de algún modo. Luego cedí y no se si hice bien o mal. Y después trato de ver cuál es el resultado, ya más allá de todo, y me sorprende a veces cómo la gente mira la foto, cosa a la cual también me resistí... (risas) ... Yo no se qué quiere decir.
J.D.: Es una muy linda foto, es una foto hermosa realmente.
O.T.: Debe ser, si todo el mundo lo dice, debe ser.
J.D.: Es una foto realmente muy interesante y aparte se te ve con un libro en la mano ¿no?
O.T.: Si, rarísimo.
J.D.: Siendo muy jovencito, ¿cuántos años tendrías en este momento? Tendrías menos de 20 años.
O.T.: Diecisiete años exactamente, era el año 1956, acaba de caer Perón.
J.D.: Volviendo al poema de Kavafis, hay una estructura en el título del libro que pone el acento en el camino y también habla de una suerte de estadios, una suerte de estaciones por las que fuiste pasando.
O.T.: Esa era la idea que yo tuve cuando apareció esto y cómo ordenarlo. Mi idea era una idea muy recurrida si se quiere, pero a mí me servía la idea del viaje, por eso viene el poema de Kavafis, La Odisea, eso venía muy bien. Pensaba en alguien que va caminando, va viendo, va mirando, se para y hace un mínimo balance y prosigue el camino. Esa era la primera idea y luego se fue desmintiendo en el sentido de que me hacían notar quienes trabajaban conmigo en el libro, sobre todo Carlos Díaz, que ahí no había mucha deriva. Yo creía que era más bien una deriva mansa y después al leer algunas cosas me di cuenta de que se trataba de enunciaciones, de certezas que yo no creía que estaban así expresadas, tomas de posiciones, diría, excesivamente contundentes y que desmentían esto de una deriva mansa. Eso realmente me sorprendió.
J.D.: Bueno, a mí me llama la atención que el título de “Utopías, Catástrofes y Esperanzas” es además el título de uno de los artículos incluidos en el libro.
O.T.: Sí, de ahí lo tomaron.
J.D.: Desde el año 2004 vos trabajás sobre esa secuenciación a partir de lo que sería la revisión de lo que llamaríamos la utopía marxista ¿no es cierto? Y sobre todo el devenir hasta el presente, Me llama mucho la atención cómo esta idea de “Utopías, catástrofes y esperanza” de alguna manera daría esa secuencia. Los ´60, ´70, las tremendas catástrofes que podemos pensar respecto de la dictadura, el exilio y sobre todo la caída de un orden binario por la caída del socialismo real y finalmente, en un mundo muy incierto, esta idea de esperanza. Ahora lo más llamativo es que en el artículo vos pones el acento en la página 165 del libro en la posibilidad de volver a ser una nación. Aparece la idea de esperanza muy ligada a la construcción de país ¿no?
O.T.: Y muy ligada a ese momento. Este libro paga los precios de trabajos que fueron escritos en caliente y que luego tal vez contuvieron errores. Hablamos de la crisis del 2001/2002, el momento en que la Argentina se asomaba a una eventual disgregación realmente.
J.D.: De hecho aparece justamente esta idea de la esperanza, de construir entre todos un país digno de ser vivido sin los niveles de escandalosa fractura social, de inequidad desgarradora, de condena a la ignominia a sectores enormes de nuestra nación, con una infancia desprotegida y una vejez humillada, una nación que puede volver a imaginar la redistribución de la riqueza, del poder y del imaginario en crecientes cuotas de verdad, de justicia y de pública felicidad y donde la justificada búsqueda de la seguridad no arrase con la libertad para así escapar del círculo de hierro que conduce del miedo a la esclavitud.¿Esa esperanza es real? ¿La ves vinculada con las tensiones culturales, políticas del país actual?
O.T.: Sí. Eso yo lo podría suscribir hoy puntualmente, creo que en eso estamos de alguna manera, con nuevas esperanzas y nuevas dificultades. Yo sigo suscribiendo a eso y sigo teniendo una esperanza cautelosa, digamos. Ser cauteloso es un sentimiento y vale lo que valen los sentimientos. Sí creo que hay posibilidades de rearticular algo que se pareciera a un país, incluyendo un país donde la pertenencia a ese país pueda ser ampliada progresivamente para suturar las escandalosas fracturas que siguen vigentes.
J.D.:Totalmente.
Juano Villafañe: Oscar Terán, te habla Juano Villafañe.
O.T.: ¿Qué tal?
J.V.: Muy interesante lo que decís. Yo estuve en la presentación de tu libro justamente y recordábamos el tema de las estaciones que anunciaba Dubatti y los distintos temas que vos abordás en tu libro. Yo oportunamente tuve que leer tu libro: “A propósito de Mariátegui”.
O.T.: Sí, me acuerdo que lo hablamos esa noche en la presentación.
J.V.: Y a propósito de las estaciones y atendiendo en tus trabajos la posibilidad de ofrecer aportes a esta tendencia del marxismo a no poder resolver algunas de sus problemáticas, a mí me interesa mucho la idea de tu libro representado por la caja de herramientas y por otro recordar aquella pregunta que te hicieron en la presentación sobre la etapa en la que vivimos, una etapa que todavía no tendría nombre. O sea, una época que todavía no tiene una denominación exacta y vos definís a la época como si fuera una gran polvareda. Te pregunto: ¿este polvo es el polvo de la derrota o es la polvareda de una nueva partida, de una nueva posibilidad?
O.T.: Son varias las varias polvaredas. Unas las que atañen a los agrupamientos que colocaron sus esperanzas y esos esfuerzos en una tarea que tenía el nombre de la revolución y que tenía como fundamento ideológico, filosófico, como se lo quiera llamar, al marxismo, en un sentido amplio pero no tan, tan, tan amplio. Esa es una catástrofe, esa es una caída, eso tiene un símbolo encarnado en la caída del muro de Berlín, para ponerlo en una figuración muy conocida. Esa es una catástrofe. Luego hay otras que ya no dependen de esa implosión que arrastró una historia extraordinaria de sacrificios, muertes y que de repente vació de sentido, a mi entender, tantas cosas. Es un acontecimiento de características trágicas, yo diría aún para los anticomunistas. Revela algo muy terrible en la historia. Y luego las catástrofes que ya no son de esa caída, sino que son la marcha que ha tomado el mundo en los últimos años, encarnado en esta pregunta que hoy se formula la humanidad: ¿Qué hacer con Estados Unidos de América? ¿Qué hacer con ese poder imperial, absolutamente excesivo, inmoderado y bestial, como lo revelan datos que salen todos los días en los diarios, hoy concentrados en la guerra de Irak y esas barbaries, más otra serie de fenómenos que transitan nuestro mundo, el mundo cultural, la pérdida de sentido de tantas cosas? Y luego fenómenos que resultan difíciles de interpretar. Vivimos una época de cambios vertiginosos. Han cambiado suelos ecológicos, se hacen extrañas las cosas que simplemente ocurrieron hace diez años y hoy se extinguen rápidamente. Bueno, esos periodos de cambio suelen desorientar a los contemporáneos, desorientan aún más a la gente de cierta edad avanzada como la mía, porque tienen menos capacidad para adaptarse y suelen ser más temerosos de esos cambios. Yo trato de no serlo porque, bueno, uno ha leído ciertas cosas y cuando uno ha leído ya no es inocente. Hoy encuentro enunciadas frases que eran las mismas que se decían en 1890 en Buenos Aires: “¿A dónde vamos a ir a parar con la aparición del automóvil?” “Se pudre la civilización”. Pero efectivamente vivimos en una época de cambios muy notables y eso modifica horizontes, expectativas, comprensiones, sentidos. Son cambios que no podemos saber hacia dónde marchan y eso también forma parte de la polvareda. Sí, sabemos que se han producido una serie de fenómenos que se asentarán en algún momento y tomarán alguna una forma. Observamos la fenomenología de eso que se llama de distintas maneras post modernismo, post capitalismo, post no se qué. Tal vez se trate de una aceleración de lo mismo. En fin, eso está en discusión diariamente.
J.D.: Oscar Terán, si conectamos tu producción total con los libros y artículos dedicados a pensadores latinoamericanos o en búsqueda de la ideología argentina, se da este pasaje que vos señalás dentro del libro de la filosofía a la historia de la filosofía y de ahí a lo que llamás la historia de las ideas.
O.T.: Así es.
J.D Aparece entonces una tensión muy interesante entre filosofía y práctica política. Yo creo que hay una gran pregunta que aparece rondando todo este libro: ¿qué es un intelectual? Digamos, ¿qué es esta cosa de ser un intelectual a diferencia de ser un profesor de filosofía o un profesor de historia de la filosofía? ¿Cómo definirías este tema que creo que atraviesa la totalidad del libro? ¿Qué es un intelectual hoy y cuál es el sentido de ser un intelectual?
O.T.: Bueno, yo trabajo sobre eso y es muy curioso esto de trabajar como intelectual, de ser el antropólogo de la propia tribu. En principio se supone que eso no es posible. Que el antropólogo tiene que venir de afuera para ver los códigos de una cultura porque los códigos son tan habituales que no se ven. Pero desde el punto de vista de mi oficio, como intelectual y para que no suene pedante, digo: un intelectual es un portador de ideas, de representaciones, de configuraciones del mundo, de la vida, de la realidad. Esto es un intelectual. Pero a la vez estas condiciones las tiene todo el mundo. Efectivamente, pero lo que tiene un intelectual respecto de esas creencias, de esas ideas, es una cierta mirada crítica. Trata de ponerlas de frente, de analizarlas, de sistematizarlas, de cuestionarlas. Tiene una relación más distanciada de esas representaciones.
J.V.: Exacto, todos podemos elaborar pensamientos pero la función intelectual es una función específica..
O.T.: Un intelectual y un obrero metalúrgico realizan distintas cosas, tienen distintos roles y distintas posiciones frente a la realidad. Un intelectual es un portador de ideas, de representaciones, de formas y estas ideas trascienden su propio círculo, ya sea privado o académico, por decirlo de algún modo. Sus ideas no quedan en las paredes de la universidad, del laboratorio. El intelectual moderno, (algunos dicen que es una redundancia, que el intelectual tal como lo pensamos es moderno sin acotaciones) vive en una sociedad secularizada, donde la religión ya no es el eje articulador de la vida de las sociedades y a partir de esa posición toma ciertos posicionamientos. Eso es un intelectual, una persona que mantiene una relación crítica con una serie de instancias, de poderes, con un cierto grado de autonomía respecto de la economía, del apellido, del linaje, de la política. Eso sería un tipo ideal de intelectual, después esto nadie lo cumple. Los tipos ideales se usan para ordenar la realidad. Pero bueno, eso sería un intelectual. Creo que ¿no se si se entiende? Me parece que sí ¿no?
J.D.: Si, absolutamente...
O.T.: Entonces uno tiene ejemplos muy concretos de intelectuales y de distintas figuras de intelectuales. Hay distintas maneras de ser un intelectual. En nuestra tradición, o en la tradición, para hablar de lo que yo conozco, porque yo creo que es lo que a mí y a otra gente le ha ocurrido, la tradición en la que yo me inscribí o pretendí inscribirme, no sé si fue una elección o un destino o cayó así, es la del intelectual crítico a lo Sartre, digamos. Alguien que de pronto toma la palabra, no tengo que decir salvando todas las distancias ¿no? (risas), toma la palabra y habla a la sociedad, conciencia crítica de la sociedad o como se lo quiera llamar. Cuando yo era estudiante de filosofía no sé si la palabra intelectual existía en aquel momento o si se hablaba tanto de intelectuales, si existían, pero ahora se ha puesto de moda, ahora circula mucho. Yo quería estudiar filosofía. Y ahí me encontré con esto que cuento en el libro, una tensión que era muy común entre quienes estudiábamos filosofía. Era una suerte de brecha, de abismo, entre lo que estaba dentro de las aulas de la facultad de la calle Viamonte y la propia calle. Y la calle eran golpes de estado, manifestaciones, represión, inestabilidad, etc. Todo esto tenía una presencia muy cotidiana que cualquiera que haya vivido esos años recuerda de manera evidente. Entonces había un abismo entre salir de una clase sobre Hegel o Husserl y esa realidad cotidiana. Esa tensión era vivida de una manera bastante dramática.
J.D.: Y de alguna manera tu obra viene a resolver esa tensión ¿no?
O.T.: (Risas)
J.D.: Yo creo que daría ese equilibrio en esa tensión ¿no es cierto?
O.T.:No, yo creo que no. Yo creo que no, mirá, ojalá...
J.V.: Sí, Oscar. Si desde la función crítica, desde el trabajo intelectual es notable en casi todos tus artículos, teniendo en cuenta la época y las grandes catástrofes, una idea de la esperanza, el elogio de la esperanza y de otro elemento unido a la responsabilidad compañera de la libertad, “inexorable compañera de la libertad” decís en tu libro.
O.T.: Sí.
J.V.: O sea que hay una idea también de perspectiva política..
O.T.: Ah sí. Claro.
J.D.: Yo me refería a eso, una integración..
O.T.: Un intento de integración o no se qué. Ese intento yo creo que sigue más vivo de lo que yo me imaginaba realmente, porque incluso en un momento hay ciertas cuestiones que me producen. no sé, ganas de irme para otro lado dentro del mismo trabajo intelectual. Yo tengo proyectos intelectuales que no tienen nada que ver con los períodos históricos de la cultura Argentina, algo que me pasó después que terminé el libro sobre la década del ´70. Introducirme en esas zonas por las que siempre vuelvo. En la nota con la que se cierra este libro yo me dije: es la última cosa que escribo sobre los años ´70, esta es mi posición y chau, no quiero seguir porque realmente, sin exagerar, hay un involucramiento emotivo que yo no puedo ni quiero eludir.
J.D.: Es la década del ´70, la violencia de las ideas.
O.T.: Es, muy, muy, muy... me cuesta mucho...
J.D.: Pero a mí me parece, la verdad, un libro muy interesante al que hay que integrar con el resto de la producción de Oscar Terán. Además quiero rescatar tu permanente recurrencia a la literatura.
O.T.: Es cierto.
J.D.: Incluso te hacen una entrevista donde te preguntan quiénes son los autores que más te han marcado desde el punto de vista de tu formación y que respetás más en la historia de las ideas y nombrás nada menos que a Andrés Rivera. Nombrás una novela como “La revolución es un sueño eterno” y además en tu libro aparece Kavafis.
O.T.: Ah no, yo creo en la literatura (risas).
J.D.: Se nota, ahora no has escrito literatura.
O.T.: No, no soy capaz. No tengo ese don lamentablemente. Tengo el don de la lectura de la literatura.
J.V.: Oscar, coincidimos entonces que la novela puede ser un ensayo político, como de alguna forma tu ensayística acompaña una función del lenguaje.
O.T.: Sí, sí. La novela, la literatura en todos sus ámbitos, puede ser una lente formidable que no se encuentra, que yo no encuentro en otras disciplinas para iluminar los aspectos centrales de la realidad.
J.V.: Pero inclusive tu ensayística a su vez también hace un trabajo literario, recrea el lenguaje.
O.T.: Yo soy una persona que trata de cuidar la forma literaria. Creo que de esa manera se incluyen y destacan los contenidos y además, a mí me gustaría escribir bien.
J.D: De hecho los lectores van a comprobar que escribís muy bien. Oscar Terán, muchísimas gracias por esta entrevista.
O.T.: No, la verdad muchas gracias a ustedes y les quiero decir una cosa: me he sentido muy bien tratado en esta conversación, cosa que no es frecuente.
J.D.: Muchas gracias y recomendamos “De Utopías, Catástrofes y Esperanzas: Un Camino Intelectual” de Oscar Terán. Reunión de notas, entrevistas, artículos de los últimos veinte años publicado por Siglo XXI Editores. Hasta pronto y gracias.
O.T.: Hasta luego.
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