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Poesía argentina entre dos siglos
Prólogos revisitados
2009-03-17 | Juano Villafañe
PROLOGOS REVISITADOS
Entre los años 1995 y 1999 realicé una selección de la poesía argentina para Ediciones Desde la Gente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. La selección se presentó en dos volúmenes dentro de una colección que el movimiento cooperativo distribuye en todo el país. Se editaron en aquella oportunidad quince mil ejemplares de cada uno de los títulos y se agotaron inmediatamente. Se eligieron cuarenta y un poetas nacidos entre 1942 y 1972. Se van a cumplir diez años de la edición del último volumen en setiembre de este año. El tiempo que transcurre amplía los panoramas. Se me ocurrió que era necesaria una nueva mirada sobre aquella mirada original que reunía a los poetas promovidos entre los años setenta, ochenta y noventa. Se cerraba un siglo y se abría otro siglo. Creo que diez años sirven para decantar aún más una obra, reconsiderar generaciones, espacios poéticos y las obras de cada uno de los autores. Siento que muchos de los poetas elegidos siguieron construyendo una obra. Para esta nueva mirara asociaría la obra poética a otras funciones intelectuales y culturales. El trabajo con el lenguaje, el uso de la palabra y el sentido de la función poética asociado al mundo de las ideas contemporáneas. Con estos criterios generales reviso un prólogo que estará permanentemente en movimiento, corregido, aumentado, reducido. Se trata de un prólogo “revisitado”, de un prólogo en permanente construcción, su terminación dependerá de cómo se acote una nueva selección de la poesía argentina que recorra los últimos treinta años, sus propios excesos y sus propios límites. Se trata también de una selección poética “revisitada”. Cuando se edite como libro, el prólogo y la selección tendrán una nueva clausura.
POETAS. AUTORES ARGENTINOS DE FIN DE SIGLO (Primer volumen)
La construcción de un mapa de la nueva poesía argentina no es una tarea fácil. Una posible "cartografía" de los usos de la palabra, los accidentes y el lenguaje se hace necesaria. Esta selección intenta ser un aporte en esa dirección, dentro del espacio literario que abre y cierra un fin de siglo y una apertura de siglo.
Este posible nuevo mapa es la suma y superposición de otros mapas, con una visión que no debiera identificar sólo el espacio panorámico de autores y regiones argentinas, sino que también necesita los cortes transversales, profundos, particulares, de una geografía poética que por una suma de factores no siempre ha alcanzado su propia legitimidad.
Esta idea de una "nueva cartografía" incluye el diseño de toda una serie de accidentes, tendencias, lenguajes, que han tratado de encontrar en los últimos años su "territorialidad natural". No siempre los debates y encuentros de poesía lograron resolver necesariamente las diferencias. Límites y fronteras por lo tanto aún irresueltos. Territorios conquistados y sin conquistar, polémicas y críticas aún inconclusas.
Quizás esta heterogénea y contradictoria situación del nuevo espacio poético argentino sea uno de los rasgos más vitales de la producción que esta selección intenta abarcar: los años setenta, ochenta y parte de los noventa, casi tres promociones, con toda la relatividad que merece siempre el concepto: generaciones literarias.
El año 1976 es sin duda el referente fundamental entre la continuidad sin ruptura de la producción sesentista en los setenta y la ruptura sin vanguardias de los movimientos "neos" de los ochenta: neobarroco, neorromántico, neoexperimentalista. En el medio de estas aguas las nuevas producciones se enfrentan, se complementan, se continúan, se fragmentan. La tradición entre poesía y vida también se fractura: no siempre la obra poética será necesariamente el resultado de un sentido vitalista, particularmente en la producción de los ochenta. El "uso de la palabra" y el "operador de la palabra" se confunden. Un distanciamiento escéptico reivindicará la palabra como objeto, como valor en sí. Crisis de una vitalidad tradicional, quizás necesaria y riesgosa.
Se establecen nuevas formas que legitimizan el valor de lo poético y su calidad literaria desde el mundo académico. Lecturas de "especialistas" versus lecturas "poéticas" intentarán establecer las diferencias sistemáticamente entre las tendencias y los autores. Los debates sobre el lenguaje son los máximos debates posibles, no hay aparentemente otros contextos que los propios textos.
Este nuevo refugio en la palabra y en el lenguaje no será sólo una característica de los "objetivistas" y "experimentalistas", desde el "neobarroco" y el "neorromanticismo", con sus particulares improntas, también se defienden usos y discursos.
Los primeros debates de una producción poética contenida en la década de los setenta tendrá lugar con la apertura democrática de los años ochenta. Las revistas literarias Xul, Mascará, Ultimo Reino, La Danza del Ratón, anticiparán algunos de ellos, que tendrán continuidad posteriormente en forma mucho más orgánica en la publicación Diario de Poesía. Justamente, uno de los debates abiertos sobre el tema será un artículo de Ricardo lbarlucía publicado por el Diario en su número 9 (Invierno del '88) a propósito de la antología del grupo Ultimo Reino que publicara José Luis Mangieri en su editorial Libros de Tierra Firme en 1987. El comentario de lbarlucía llevaba un título más que sugestivo: Un romanticismo sin sujeto. El trabajo presentado como crítica al "romanticismo de Ultimo Reino" permite hoy otras lecturas y otras relaciones, además de aquellas que puntualmente se desarrollaron con profundidad en su momento. ¿No existió o existe acaso un "neobarroco sin sujeto", un "experimentalismo sin sujeto" o un "objetivismo sin sujeto "? ¿En aquellas "texturas neobarrocas", no hubo también demasiada hojarasca? ¿En los objetivistas no hubo acaso frivolidades y liviandades escépticas? ¿No hubo acaso un barroco experimental de crucigramas y vocabularios? Pero si se trata de aportar a una posible "nueva cartografía" de la poesía argentina: ¿No seria también necesario pensar en los poetas y en sus propias paradojas como para que el nuevo diseño no se empantane en un maniqueísmo sin sentido?
Si bien Ibarlucía había tomado el toro por las astas, no es menos cierto que el sentido del movimiento "neorromántico" estaba dado por otros efectos y resultados propios. El sentido habría que verlo mucho más en la dialéctica que la propia vida había impuesto al trabajo de la palabra y a la necesidad de acercarse a las profundidades de otro mundo, el último de todos, donde la infinitud de la noche romántica permitía una espiritualidad totalmente contraria a la noche del terror y el genocidio del mundo real. Por otra parte, la crítica a una desmesura de la retórica romántica tiene también su lógica en la crítica de Ibarlucía, pero creo que se extralimitaba en cuanto a lo que los propios poetas escribieron, porque si bien no se puede confirmar totalmente que el grupo Ultimo Reino haya pretendido presentarse como generador de una "poética de la resistencia", tampoco puede verse a esta tendencia poética unilateralmente como "un discurso de la crisis", y aquí otra vez la necesidad de encontrar los límites a los accidentes y a un nuevo diseño: ¿No fueron o son las producciones "neobarrocas" y "experimentalistas" también discursos de la crisis?
En las grandes paradojas y en las grandes mediaciones creo que puede hacerse una nueva lectura de aquellos encontronazos. Más aún cuando algunos debates intentaron remachar la "virtud" de las diferencias o del posible déficit como "hallazgos" de la crítica sólo dentro de una concepción teórica apriorística. Si la crítica una vez más volvió a marchar a la zaga de la poesía o alcanzó una autonomía académica por encima de los textos, no es en verdad tarea de esta presentación. Pero sí creo que ha sido notable, particularmente en los años ochenta, una crítica derivada de la cátedra que no siempre tuvo un encuentro sensible con la producción poética. El decantamiento de la propia crítica apriorística y una lectura más completa de los textos podrá sin duda aproximamos a un diseño y territorialidad poética más acabada. Lo que no implica homogeneizar diferencias, sino justamente destacar las diferencias como vitalidad y permanente búsqueda de la palabra y sus discursos.
La claridad con que lbarlucía definió "el estado de las cosas" cuando se refirió a las crisis de los paradigmas poéticos y a la implosión de los discursos que habrían permitido la aparición de la "estación de la ruina" y un estado de confusión, fragmentación y desamparo, nos permite visualizar el nuevo contexto. Diría más: entiendo en que habría total consenso en aceptar el nuevo paisaje que se describe en Un romanticismo sin sujeto. Pero por otra parte siento que la nueva interpretación del contexto permite a la vez nuevas encerronas. En primer lugar al definir a secas como fracaso la experiencia de la generación del '60, soslayando cómo aquella expansión utópica sesentista había generado una obra poética también heterogénea si se quiere (léase desde Alejandra Pizamik a Juan Gelman), y además una generación que tuvo un enfrentamiento claro con el proyecto neocolonial en la cultura. Por eso creo que debería hablarse en todo caso de la derrota de una generación sesentista frente a la posibilidad de cambiar el mundo, en la lógica axiomática que reivindicaba la fórmula: arte-praxis-política, en algunos casos en forma dogmática y en otras liberadoras y revolucionarias. De esta forma podemos arriesgar a decir que "la estación de la ruina" es en última instancia una elección ideológica y no un determinismo o una fatalidad para los poetas de fin de siglo.
No pretendo cambiarle el sentido a las palabras de Ricardo lbarlucía. En todo caso entiendo su propio artículo como disparador de otras lecturas, que bien pueden ser contradictorias y complementarias. En todo caso creo que lo más oportuno es interpretar el nuevo espacio poético desde la lectura de los textos y no tanto por la acumulación teórica de una historicidad literaria. Historicidad que se transforma en despropósito en la medida que la producción poética que toma en cuenta no ha madurado lo suficiente como para alcanzar, en su tiempo y espacio, esa necesidad
historiográfica.
Es evidente por otra parte la importancia de encontrar vínculos y referentes también dentro del espacio teórico. Acostumbrados al concepto de tradición y vanguardia en sus formas clásicas, la gran heterogeneidad en que irrumpen las estéticas y las tendencias, evidentemente tienden a la confusión, por eso entiendo que debe considerarse valioso el gran movimiento de reflexión y crítica que se ha generado alrededor de una producción tan nueva. En éste caso e! trabajo: El neobarroco en la Argentina de Daniel García Hélder (Diario de Poesía, número 4, Otoño del '87) creo que es un ejemplo en ese sentido y que abre además posibilidades y límites de una tendencia que adquirió gran notoriedad por sus búsquedas ensimismadas y hasta decorativas en estas liviandades que nos aproxima la época.
La permanente búsqueda de identidades y referencias generó complejas encrucijadas. No siempre todos los autores adscriptos a talo cual tendencia dejaban una producción poética acorde "con los principios originales". En el propio trabajo de D. G. Hélder sobre el neobarroco en la Argentina, se puede reconocer a su vez la propia heterogeneidad de estos "barroquismos", inclusive las obras de quienes se identifican con este movimiento son a la vez muy diferentes en sí mismas y entre sí.
En relación a esta necesidad referencial, Hélder recuerda aquella frase de Severo Sarduy en su paso por Buenos Aires: "Carrera es a mí lo que yo soy a Lezama lo que Lezama es a Góngora lo que Góngora es a Dios". En su artículo el propio Hélder deja correr una ironía sobre la frase. Esta genealogía nos remite por otra parte a un indudable exceso. Bien podría considerarse la definición como una exageración de la estadística. Evidentemente el deslizamiento en las palabras del poeta cubano no es lo más importante, pero sirven para hilar un sentido figurado a esta introducción y nos permite exaltar una vez más la paradoja y los encierros: un discurso de acumulación, para una poesía de acumulaciones, desde un elogio de la acumulación. Pero en estos excesos está la virtud y el necesario goce del cual podemos hacemos cargo o no. El propio recorrido de D. G. Hélder permite acercarnos al mundo neobarroco con todas esas tensiones necesarias y definir los trazos, las superficies, la cosmética, los rasgos de toda una poesía que siempre ha texturado nuestro propio lenguaje latinoamericano, e inclusive lo ha hecho también particularísimo.
Desde otro lugar, uno de los grandes encierros ha sido sin duda la necesidad de legitimidad poética frente al desamparo. Encontrado de alguna forma el mundo referencial se hacía necesario indicar frente a los demás la pertenencia a él, inclusive ampliar los límites del territorio conquistado. Con la desarticulación de las llamadas políticas culturales los campos de legitimidad se organizaban dificultosamente y confusamente. Los textos se transformaron en campos de batalla. Ya no se adhería tanto a tal o cual configuración político-cultural. El centro de la disputa era el necesario reconocimiento de tal o cual tendencia poética y sus parcelas. En éste sentido la vida académica ofreció espacios y realizó algunos guiños. Se politizó en forma equívoca el sentido de los discursos. Es conocido aquel exabrupto de Jorge Perednik al considerar el movimiento neorromántico como cómplice de la dictadura militar de los años setenta. Pero el ejemplo sirve para indicar el estado del conflicto, el malestar en la cultura y la estrechez de las caracterizaciones del conflicto. Pero si junto a la caída de los paradigmas poéticos se daba la caída de los paradigmas político-culturales, para lo que significaba en nosotros una vida tradicional y de certezas, el panorama era desolador.
Con el trabajo de Jorge Ricardo Aulicino ("breve ensayo casi manifiesto" había definido el copete en su edición en Diario de Poesía, número 20, Primavera del '91) titulado: Lo que ocurre 'de veras', las tensiones del debate en el medio poético se instalaban en otro lugar. Su lectura dejaba implícitamente o explícitamente algunas preguntas: ¿Qué defendemos? ¿Desde dónde escribimos?
¿Cuál es el sentido? Los interrogantes permitían vislumbrar otras inquietudes. Ya no se trataba únicamente de la defensa de la palabra, el lenguaje o las tendencias poéticas. El mundo en que circulaban las palabras, los discursos y los poemas comenzaba a adquirir relevancia. El desplazamiento no significaba para nada un cambio radical, sólo se trataba de eso, de un desplazamiento del ojo y de la lente, que indicaban otras distancias críticas hacia el objeto, hacia el sujeto y hacia los circuitos en donde se institucionaliza la palabra.
Evidentemente que son comprensibles los rechazos que ciertas interpretaciones sociologistas vulgares hicieron de la literatura. Nuestra generación por experiencia propia fue siempre muy reticente a aceptar todo criterio reduccionista del arte y la política. Por otra parte tuvo también la posibilidad de deslindar los campos de la poesía y la sociedad con mayor claridad en un sentido, pero también con mayor confusión en otros. Esa dialéctica de la naturaleza de la poesía y sus sentidos fue siempre un terreno resbaladizo. Se me ocurre que la virtud de Aulicino fue el encuentro entre el mundo de lo real con el de la literatura y el de la poesía presentados de manera inteligente. Porque más allá de la necesidad de un manifiesto propio y de enfrentar críticas, abría el camino para otras funciones en relación a los cruces entre el poder, la política y la poesía. Fundamentalmente desmitificaba los grados de "inocencia" y "equidistancia" de los compromisos que a veces los poetas cultivan exquisitamente con ciertas instituciones.
Los trabajos de Aulicino, Ibarlucía y Hélder abordados en esta presentación son algunos de los materiales que circularon en los años ochenta y principio de los noventa. La producción crítica, teórica, investigativa, por cierto, ha sido mucho más extensa. Inclusive los propios poetas se encargaron de trabajar en esa dirección. Javier Cófreces, director de la revista de poesía La Danza del Ratón presentó para el número 4 de la revista de literatura Mascaró (diciembre del '85) un informe sobre la nueva poesía argentina titulado: 10 años de poesía (1975-1985). En el mismo número de Mascaró Laura Klein presentó uno de los primeros trabajos polémicas alrededor de los movimientos "neorromántico" y "experimental" que tituló: "Poesía durante la dictadura (entre el anacronismo y la resignación)", material que obtuvo las respuestas de Víctor Redondo y Horacio Zabaljáuregui por la revista de poesía Ultimo Reino y de Jorge Perednik por parte de la revista de poesía Xul, contestaciones que se editaron en el número 5 de la misma revista literaria. Un trabajo
panorámico fue sin duda el número 14 de Diario de Poesía (Verano del '90), que tituló en su tapa ''El estado de las cosas" donde se reprodujeron los debates de algunas mesas redondas como: Barroco y neobarroco, Romanticismo y neorromanticismo, Ubicación actual de las vanguardias, temas de un programa que se anticipaba en la edición anterior de Diario de Poesía (número 13, Primavera del '89) sobre el Encuentro de Poesía 1989, de proyección nacional y latinoamericana, uno de los encuentros en Buenos Aires más importantes de los últimos años, que representó un estado de acumulación de la producción y el debate poético organizado justamente por quienes habían trabajado particularmente en este terreno en los años 70-80: Libros de Tierra Firme, Diario de Poesía, La Mineta, Ultimo Reino, Grupo Bardus de Poesía, LiberArte y el poeta chileno Aristóteles España en la coordinación con los autores latinoamericanos. Uno de los trabajos sobre la producción poética de los últimos años fue el que Daniel Freidemberg presentó para Cuadernos Hispanoamericanos (números 517-519, julio-setiembre de 1993) en un volumen dedicado a "La cultura argentina de la dictadura a la democracia" bajo el título: ''Poesía argentina de los años 70 y 80. La palabra a prueba". En Diario de Poesía (número 33, Otoño del '95) se publica el debate "Crisis de las vanguardias" realizado dentro del marco del Encuentro de Poetas Hispanoamericanos que se celebra cada mes de octubre en Bogotá, la señalización de este material dentro de este breve recorrido de artículos me pareció muy oportuna, porque de alguna forma se vuelve a contextualizar el espacio en que circula la poesía y su problemática con una temática que ha sido muy cara a la poesía del siglo XX: las vanguardias. En este escrito quiero subrayar los mismos subrayados que Diario de Poesía edita en la nota, como forma de reconocer la actualización de un tema que sigue abierto y también necesita de sus cartografías y mapas: "Hoy el poeta parece depender demasiado del discurso teórico ajeno, no de la lucidez propia. . . "(Eduardo Llanos, poeta chileno); ".. .la búsqueda del sentido pasa por un proyecto que no es de demolición sino de reconstrucción... " (Samuel Jaramillo, poeta colombiano).
El diseño de nuevos mapas es una obra en construcción. Esta selección como decía es un aporte a ese trabajo. Aporte circunscrito a límites naturales de la edición. El espacio redujo la posibilidad de representar una geografía poética más acabada. Particularmente las lecturas habían sido mucho más extensas.
Todo prólogo representa también el terreno de las justificaciones. Una visión subjetiva y una elección contenida por la necesidad del placer de una lectura poética no pueden carecer de justificaciones, particularmente por lo que suponen las omisiones y directamente las exclusiones. Pero las convenciones siempre ayudan un poco. Se reconoce que toda selección tiene el riesgo de la arbitrariedad y del gusto (que a pesar de Galvano Della Volpe, también es arbitrario).
En otra dirección, éste también es un espacio literario importante por lo que significa hoy mantener una editorial como Desde la Gente y lograr difundir una cifra sorprendente para la poesía en nuestro país: quince mil ejemplares.
La selección abarca un recorrido si se quiere extenso en el tiempo y el espacio. Desde lo más precoz del inicio de los años setenta (libros publicados a veces a finales de los años sesenta, pero que se proyectaron por continuidad de una obra en los '70), los ochenta y lo más novísimo de los años noventa. Sobre estas últimas décadas el muestreo es muy reducido, más aún si tenemos en cuenta, por ejemplo, la selección realizada por Daniel Freidemberg para ediciones Del Dock titulada: Poesía en la Fisura que reúne a más de treinta poetas menores de treinta años.
Nos acercamos al año 2010, el año del bicentenario, la ceremonia ofrece los desafíos para una nueva retrospectiva. No interesa tanto aquí las fechas para definir un sistema cartográfico, pero sin duda el milenio provocará mirar hacia atrás en la linealidad de un calendario y no tanto en su circularidad. Desde esta posibilidad seguramente lleguemos a un diseño incompleto. Habrá por lo tanto que seguir uniendo circularmente una producción poética constante. La representatividad de lo poético siento que seguirá siendo una necesidad, independientemente de las funciones que se le otorgan a los distintos tipos de lenguaje y a su importancia cultural en el nuevo siglo. Desde las pequeñas certezas apostamos a la continuidad de la escritura, a volver a sacar siempre los mapas y las palabras a la luz.
LOS POETAS EN LA GRAN ALDEA (Segundo volumen)
A Jorge Teillier
Los poetas seleccionados representan distintas generaciones. Autores que viven o han vivido en nuestras provincias y que proyectaron su obra en los años setenta, ochenta y parte de los noventa. No se ha pretendido establecer periodizaciones o representaciones literarias estrictas. La idea fundamental es la divulgación de la poesía a nivel nacional. Un criterio de selección en permanente continuidad, dentro de una colección que apuesta a un encuentro abierto entre lectores y escritores. La posibilidad de difundir aproximadamente quince mil ejemplares en todo el país nos indica los alcances, que para la poesía, son muy significativos.
Los poetas reunidos para este título cubren en el tiempo, la producción de los últimos treinta años y en el espacio, un territorio que necesita completarse con otras provincias y con otros poetas también representativos de estas décadas. Poetas 2 es uno de los encuentros con el mundo de las imágenes y las metáforas del interior de nuestro país. Seguramente seguirán otros libros que completarán el panorama poético de los últimos años. La editorial Desde la Gente publicó anteriormente el libro Poetas, autores argentinos de fin de siglo que incluye a creadores radicados fundamentalmente en la ciudad de Buenos Aires.
La falsa-verdadera dicotomía: Provincias versus Capital Federal, pareciera que ha comenzado a diluirse en una nueva geografía y comunicación. Existen voces particulares arraigadas en cada latitud y a la vez también migratorias, en permanentes viajes. Nuevas residencias, nuevos caminos y permanentes reencuentros. Se extienden las fronteras y se achica el mundo. Estamos a la vez en muchos sitios, virtuales y reales, perdidos o conquistados.
Quienes tuvimos la oportunidad de ver la película La tempestad, dirigida por Peter Greenaway, podemos recordar aquella exuberante naturaleza por donde se desplazaba el deforme esclavo Calibán. La obra de Shakespeare quedaba instalada en una isla barroca y primitiva. A aquella arquitectura de la vegetación, bien podrían agregársele circulaciones de autopistas y ciudades modernas con sus respectivos arrabales. Greenaway, en aquel frondoso tropicalismo, presentaba las imágenes fragmentadas del intelectual: el Airel niño, el Ariel adolescente y el Ariel adulto, conviviendo con los antiguos habitantes de la isla y los nuevos colonos. La escenografía descrita me sirve como excusa para presentar un clima, por donde siento que circulan nuestros poetas en las grandes ciudades transferidas a la aldea del mundo.
Desde las grandes metrópolis a los pequeños pueblos, todos los caminos conducen a la aldea. Un aire de provincia nos sumerge a todos. La cultura de los "buenos modales", la "cordialidad" y el "sentido común" parecen dominar las relaciones literarias. Poetas "prolijos y afeitados" saludan a otros poetas "prolijos y afeitados", en esa vecindad del tiempo estancado que representan siempre los presentes absolutos.
La cultura de la liviandad pretende abarcamos a todos. El espíritu crítico, aquel "ejercicio del criterio" en su dinámica de confrontación parece devaluado. Se nos quiere transformar en técnicos amaestrados, en superespecialistas al servicio del mercado. Un nuevo "amaneramiento" intelectual se percibe en los vínculos que impone la re conversión cultural.
Es evidente que el nuevo paisaje genera angustia, extrañamiento. El viaje a la gran aldea en la propia gran metrópoli parece ser un viaje difícil. Para quienes nos resistimos a los nuevos colonos, retomar el espíritu crítico y darle su lugar en el nuevo contexto es una tarea que creo necesaria. Pero ya no es posible refugiamos en el viejo espacio nacional. Han cambiado los paisajes, han cambiado las fronteras y también los viajes.
Las nuevas distancias críticas nos obligan a mirar los objetos desde otro lugar. Nosotros mismos hemos cambiado. El mapa poético argentino también ha cambiado. Necesita de una nueva cartografía, de sus nuevos ejes. ¿Desde dónde entonces diagramar ahora cada distancia, cada espacio, cada provincia? .
La búsqueda de mapas contiene también grandes paradojas. Para los autores argentinos que cierran un siglo y reciben a la vez la apertura de un nuevo milenio, las preguntas deben ser infinitas, como infinitos son los viajes de la poesía. ¿Cuáles son ahora los límites, nuestras nuevas fronteras? ¿Cómo se observa este mundo desde cada una de nuestras provincias? ¿Pero hasta dónde, esa pequeña región, esa aldea, hoy realmente declina? Pareciera que nos han expulsado de la selva y hemos regresado a nuestra propia selva, a la verdadera. Volvemos quizás para reconocer ese reino perdido y a restablecerlo en la memoria como un continuo presente.
"El guardián del mito y de la imagen hasta que lleguen tiempos mejores", se propuso para sí mismo Jorge Teillier, el maravilloso poeta de los lares, de los sures profundos, de los hoteles forasteros. Si años atrás ese gesto podía ser considerado como un gesto conservador, las palabras del poeta chileno se parecen hoy mucho más a un acto vitalista y transformador.
En nuestro regreso a la selva, en nuestra expulsión del mundo establecido, hemos traído los fragmentos modernos de nuestra periferia, inconclusos límites de lo urbano y lo rural. Hemos descubierto que hay tanta aridez en las perdidas periferias de lo "inconcluso", como en los territorios de lo "concluido", con sus grandes concentraciones urbanas. Como también "es infinita esa riqueza abandonada" (Edgar Bayley) esa posible expansión de sueño y de utopías en los territorios todavía no conquistados.
Parece que los poetas han decidido viajar al sur. Cada poeta en cada una de nuestras provincias viaja a "ese sur" y se apropia de todos los fragmentos y deshechos en busca de una coronación, para la cual cada autor inventa su propio lenguaje.
La metáfora de Shakespeare vuelve una vez más sobre nosotros, sobre nuestro propio sur. El barranco de Greenaway y su fragmentación actualizan el paisaje. Los Arieles niños, adolescentes y adultos miran el mundo desde diversos lugares. Se me ocurre pensar que en los distintos viajes, habrá quienes pasarán por los nuevos arrabales, por los márgenes, muy cerca de los inadaptados, que siguen desplazándose en la exuberante naturaleza que rodea las autopistas.
Buenos Aires, primavera de 1999
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